FILOSOFÍA PRESOCRÁTICA
HERÁCLITO DE ÉFESO
Filósofo Griego, nacido en 540 – 470 a de N.E. en Éfeso (Asia Menor). Se dice que Heráclito sentía repugnancia por las celebraciones religiosas del pueblo griego y se le atribuía un carácter melancólico, llegando a llamarlo Heráclito el oscuro, también porque manifestaba su pensamiento por símbolos de difícil comprensión.
En su filosofía atribuye el origen del mundo la discordia, a la contrariedad, y hace de la identidad de los contrarios el principio mismo. A nadie se le oculta la influencia tan marcada que sobre los primeros griegos ejerció la tradición egipcia, y este factor no es ajeno a este filósofo que conserva la noción egipcia de la divinidad, reuniendo lo absoluto en ella como la armonía de los contrarios; y aunque renuncia a la idea del dios creador y de la supervivencia individual, guarda la doctrina según la cual las almas individuales no son sino parte del alma universal. Expresa: “Este mundo, que es igual para todos, no ha sido hecho por ningún dios ni por ningún hombre, sino que ha sido siempre, es y será, un fuego eternamente vivo que se enciende y se apaga según medida”. El mundo es un eterno fuego que se transforma, siendo el fuego la sustancia primordial, porque, al ser la menos consistente, es la que más fácilmente se transforma.
La realidad es mudable, cambiante, pues, todo fluye, de ahí su afirmación acerca de que “nadie se puede bañar dos veces en el mismo río”, porque el agua es distinta aunque el río permanece. Lo seco se parece más al fuego que lo húmedo, por tanto, el alma más apta para el conocimiento, la mejor de todas, es el alma seca, es decir el alma del sabio, mientras que el alma húmeda es inferior y se asemeja al barro. El fuego de Heráclito, es un fuego lleno de logos. Es más próximo a su pensamiento hablar de lo sabio, más que de el sabio o de la sabiduría; lo sabio (sophon) es uno, es siempre y es separado de todas las cosas. Pero todas las cosas son uno y el noús es común a todos; esto que es común a todos, el noús, es lo que debemos seguir.
Heráclito distingue entre dos mundos: el del hombre que vela, el vigilante, que sigue lo común y por tanto llega a lo sabio o eterna unidad; y el del hombre que duerme, que sueña, que sólo puede llegar a la opinión particular y no al verdadero conocimiento o sophón, pues en este mundo todo es devenir y cambio. El mundo de la opinión oculta al sophón y el hombre debe descubrirlo y encontrar la verdad
LOS SENTIDOS Y LA RAZÓN
¿A quién creer, a los sentidos o a la razón? Si aceptamos lo que nos dicen los sentidos, la realidad es dinámica, si aceptamos lo que nos dice la razón, la realidad es estática. He aquí uno de los más grandes problemas para la naciente filosofía, un problema que llenó de asombro a los primeros filósofos y que aún hoy día conmueve al pensamiento humano. Para Heráclito, el problema radica en el concepto que se tenga de ser, es decir, de realidad. Si se piensa que la realidad puede permanecer idéntica a sí misma, así sea por un lapso de tiempo supremamente pequeño, entonces habría que admitir, contra el testimonio de los sentidos, que el cambio es imposible, que la realidad es inmutable e inmóvil. Pero si se admite que la realidad es puro devenir, puro irse haciendo, entonces, la contradicción entre sentidos y razón no es más que aparente..
No existe ni lo frío ni lo caliente, dice Heráclito, existe solamente el irse calentado y el irse enfriando. No existe el ser (estático), existe el devenir (el irse haciendo). Una cualidad no procede de su contraria, como si hubiera un lapso de tiempo durante el cual permaneciera dicha cualidad idéntica a sí misma. Habría que decir, más bien, piensa Heráclito, que toda cualidad coexiste con su contraria, lo frío con lo caliente, lo húmedo con lo seco, lo joven con lo viejo, la vida con la muerte. ¿No es, acaso, el vivir un ir muriendo? Pero esta coexistencia no es pacífica, las cualidades luchan entre sí, y de las luchas surgen conciliaciones que llevan en su seno el germen de nuevas luchas. La realidad es lucha y armonía de contrarios, continua, sin interrupción.
En síntesis, Heráclito niega la suposición de elementos primordiales constitutivos de la realidad, como pretende la escuela de Mileto porque se basa en una concepción estática del ser. Como el ser no es estático, según Heráclito, sino dinámico, como la realidad no permanece idéntica a sí misma, no tiene sentido hablar de los elementos constitutivos de la realidad, ni del problema de hablar de la transformación de unos elementos en otros. Aunque aparentemente una cualidad surge de su contraria, de acuerdo con el testimonio de los sentidos, no es así realmente. Las cualidades contrarias coexisten, no pacíficamente, sino conflictivamente, como en una especie de armonía entre tensiones opuestas. Todo cambia, todo fluye, nada permanece idéntico a sí mismo. es decir, no existe el ser estático, existe el ser dinámico; no existe el ser, existe el devenir. A pesar de que las cualidades contrarias coexisten, la realidad no es caótica. El devenir, que es la realidad, se lleva a cabo según una ley suprema, la ley de la lucha y armonía de contrarios, de manera que los contrarios se concilian y de las cosas más diferentes nace la más bella armonía. La realidad no se puede pensar estáticamente como han pretendido los filósofos de la escuela de Mileto, sino dinámicamente: afirmando, negando y conciliando. Es decir, la realidad se piensa dialécticamente.
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